A fines del siglo XIX, Valparaíso era un puerto vibrante y cosmopolita, al que llegaban mercancías, ideas y modas desde todos los rincones del mundo. También los últimos adelantos técnicos de la modernidad, como lo era por entonces la fotografía. Los estudios del puerto ofrecían innovaciones como la fotografía al carbón y la platinotipia, mientras que un puñado de tiendas especializadas empezó a comercializar cámaras, placas, películas y papeles para un creciente número de aficionados.
Uno de ellos fue el alemán Teodoro Kuhlmann, nacido en Bremen en 1867 y establecido desde la década de 1880 en Valparaíso. Por esos años, la fotografía comenzaba a popularizarse como práctica doméstica entre las familias acomodadas, lo que impulsó el surgimiento de clubes de aficionados y la circulación de revistas y manuales sobre la materia. En ese ambiente, Kuhlmann encontró un terreno fértil para nutrir su curiosidad y dar forma a un archivo que hoy podemos leer como un espejo de esas transformaciones globales adaptadas al contexto local.
Lo cotidiano como expresión
El archivo fotográfico de Teodoro Kuhlmann, conservado por el Museo de Historia Natural de Valparaíso, nos permite observar las transformaciones de la fotografía en Chile entre fines del siglo XIX y las primeras décadas del XX. Sus imágenes son testimonio de la vida íntima de una familia porteña y, al mismo tiempo, de las indagaciones técnicas y estéticas de un aficionado que experimentó con un medio en constante cambio.
Kuhlmann no fue un fotógrafo profesional, sino un entusiasta que convirtió la cámara en un instrumento de exploración y encuentro. Sus placas combinan escenas familiares con búsquedas visuales más complejas: retratos de niños, interiores iluminados con sutileza y composiciones en jardines donde los sujetos parecen confundirse con la vegetación. Estas imágenes, cargadas de intención estética, muestran afinidades con el pictorialismo, movimiento que buscó situar la fotografía en el territorio de las artes, apelando a la emoción y a la contemplación más que al simple registro.
Uno de los conjuntos más valiosos de este archivo corresponde a la serie de autocromos, primera técnica que permitió fijar el color directamente en la placa fotográfica. Su producción era costosa y exigente, con tiempos de exposición largos y resultados muchas veces inciertos. Pese a ello, Kuhlmann logró un total de doce placas, entre ellas la célebre imagen de una niña con vestido rojo en el jardín, donde el color se convierte en parte esencial de la composición. Estas obras reflejan tanto su perseverancia como su deseo de ir más allá del mero registro casero.
Además de entregar indicios sobre la biografía del autor, el archivo abre caminos para reflexionar sobre la construcción de la cultura visual en Chile. Sus imágenes revelan cómo ciertos códigos estéticos europeos fueron apropiados y reinterpretados en el contexto local, influyendo en la manera de posar, en los objetos representados y en los escenarios elegidos. En este sentido, el trabajo de Kuhlmann nos habla tanto de un sujeto creador como de una sociedad que encontraba en la fotografía una forma de afirmación, identidad y pertenencia.
Descarga el artículo completo “La intimidad pictorialista en las fotografías de Teodoro Kuhlmann Steffens (1867-1957)”, por Mauricio Toro Goya.