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Colores en la colección de Aníbal Echeverría y Reyes del Museo Nacional de Historia Natural

Recipiente de calabaza

Al referirnos al color en arqueología solemos enfatizar las cualidades visuales o externas de los objetos, además de sus efectos sociales. Sin embargo, más allá de su percepción, interpretación y significado, resulta relevante rescatar las dimensiones materiales del color, pues otorgan información para identificar, entre otros aspectos, las materias primas empleadas y comprender así los conocimientos manejados para su obtención, producción y propiedades, como también las distintas formas de uso de recursos con colores naturales diferentes y combinados intencionalmente. 

En Sudamérica y en el norte de Chile, numerosos vestigios materiales testimonian de una rica policromía en el uso de pigmentos minerales procesados y preparados, previo a su aplicación sobre distintos soportes. Este trabajo busca específicamente evidenciar y discutir aspectos relativos al uso del color por parte de los antiguos habitantes del desierto de Atacama, tanto en su elaboración a partir pigmentos minerales, como con materias colorantes de origen orgánico, vegetales o animales. Indagamos también en el uso de materiales con colores naturales, empleados de tal manera que generaron composiciones específicas a través del contraste entre ellos, además de examinar los objetos relacionados con el almacenamiento o transporte de materias colorantes. A partir del análisis de la colección arqueológica de Aníbal Echeverría y Reyes, compuesta por una gran variedad de objetos provenientes de diferentes localidades, buscamos evidenciar el eventual rol del color en las variadas dinámicas sociales de las poblaciones que habitaron el desierto de Atacama durante tiempos prehispánicos.

La colección se conforma de objetos elaborados en materiales igualmente muy diversos (vegetales, animales y minerales), cuyo origen refiere esencialmente a yacimientos arqueológicos de la región de Antofagasta y en su mayoría provienen de la localidad de Chiuchiu, luego San Pedro y Calama. Incluye piezas arqueológicas asociadas a contextos situados entre al menos 100 y 1.600 después de Cristo. Entre los objetos del conjunto, múltiples ejemplos nos muestran cómo, a través de la combinación de materiales que preservaron su color original o fueron modificados, se confeccionaron piezas que destacan por su manufactura y la destreza con la que fueron concebidos. Otros variados casos amplían no solo el registro cromático, sino las opciones de combinación, a partir del uso de una mayor diversidad de colores, es decir, del manejo de una paleta cromática más amplia, destacando entre ellos las piezas textiles. Finalmente, se identifican objetos vinculados con distintas etapas del procesamiento y/o almacenamiento de pigmentos, que refieren, por ende, a otras etapas de la historia de estos materiales: ovillos de lana teñidos, fragmentos minerales de pigmentos no procesados y depositados expresamente entre las ofrendas provenientes de Chiuchiu, además de diversos contenedores de pequeño tamaño y formas .

El color tuvo un rol destacado no solo en los objetos producidos específicamente para formar parte de las ofrendas funerarias, sino también en diversos artefactos empleados en la vida cotidiana. En efecto, el color contribuyó a visibilizar, marcando diferencias con el entorno y entre los elementos constitutivos de un artefacto, así como también entre el objeto y su portador. En este marco es altamente probable que la exacerbación del color o policromía ejemplificada en diversas prendas textiles, ornamentales y astiles de madera contribuyera a afirmar o reafirmar la identidad de ciertos individuos, a diferenciarlos y/o distinguirlos en su comunidad, como también de otros habitantes de localidades vecinas.

Los diversos materiales de color, descritos a través de diferentes piezas de la colección Echeverría y Reyes, provienen del entorno y paisaje que habitaron los pobladores de las diferentes localidades del desierto, por lo que a partir de ellos podemos también comprender ciertas formas de interacción entre los humanos y el medio, entendido como su paisaje circundante. Los colores del desierto confirieron un sentido a estas poblaciones para ser en el mundo. Así, contrariamente a la imagen tradicional desolada de estos espacios, el presente trabajo nos permite dar cuenta de su riqueza, la que fue aprovechada en las variadas expresiones materiales que lo conforman, conjuntamente con el consumo de materiales con color que pudieron provenir de regiones distantes (plumas). En síntesis, el color se constituyó como un elemento destacado de las interacciones y relaciones sociales establecidas entre sujetos y colectivos del desierto, probablemente como elemento de distinción e identidad al propiciar ciertas formas de contraste y composiciones particulares. Este trabajo es también una invitación a reflexionar sobre aspectos aún apenas estudiados por la arqueología los que, no obstante, pueden otorgar información significativa sobre diferentes prácticas, formas de interacción y dimensiones sociales de las sociedades prehispánicas que habitaron el desierto de Atacama.

Palabras clave: Color, contrastes, desierto de Atacama, sociedades tardías, tecnologías.

Descarga el artículo completo "Colores del desierto de Atacama a través de la colección Aníbal Echeverría y Reyes del Museo Nacional de Historia Natural de Santiago" por Marcela Sepúlveda.